El prodigioso y extraño arte de saber escuchar.

Reconozco que me cuesta mucho no interrumpir a los demás.
Mientras habla la otra persona, las ideas se agolpan en mi mente y tengo que hacer un gran esfuerzo para contenerlas.
Valoramos excesivamente a las personas que saben hablar.
Las voces que se expresan de manera convincente, con palabras precisas y argumentos rotundos.
La riqueza interior es otra cosa.
Se expresa de forma muy diferente.
Gusta de rincones solitarios donde se refugian las dudas y la paciencia.
La sabiduría que merece la pena, habla poco y prefiere cultivar una curiosa atención por las historias ajenas.
El que sabe escuchar atiende a las palabras con el gesto,
con los ojos,
con las manos,
con los labios,
convierte su silencio en un profundo acto de respeto y de amor,
en una forma de cuidar al otro,
de entender,
de esperar…
y después, sólo después, sabe decir, que no es lo  mismo que saber hablar.
Las personas que saben escuchar son un extraño y prodigioso tesoro.
Tengo la gran suerte de conocer algunas.
Ojalá algún día tuviera la fortuna de convertirme en alguna de ellas…
Silencio

 

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *