El poder del pensamiento

Normalmente, desconfiamos y somos muy escépticos cuando nos hablan del poder de los pensamientos, lo cual no deja de ser una enorme contradicción, ya que nos pasamos la vida atemorizados y luchando contra ellos.
¿Cómo podemos tener miedo de algo si no tiene ningún poder?
Sin duda, a los pensamientos negativos les atribuimos un gran poder en nuestra vida: son la semilla de la ira, la ansiedad, los celos, la tristeza, la desesperanza, la falta de confianza…y tienen un enorme impacto, no solo en nuestra vida, sino también en las relaciones con los demás y con el mundo.
Sin embargo, y ahí va otra contradicción, nos cuesta mucho creer que generar pensamientos de ternura, de bondad, de cuidado y cálido afecto hacia los otros vaya a servir de algo.
La verdad es que nuestro cuerpo está limitado, pero nuestro corazón y nuestra mente no tienen ni límites ni fronteras.
Si nos detenemos por un momento y prestamos atención, en el silencio comprenderemos que hay un fino hilo invisible que nos une con todos los seres, y que nos sostenemos y nos necesitamos unos a otros en esta maravillosa aventura que es la vida.
No solo lo que hacemos, sino también lo que pensamos tiene unas consecuencias, primero en nosotros, y después en la manera en cómo nos relacionamos con los demás.
Un solo pensamiento puede cambiar el mundo.

No hacer nada

Hay momentos en el que el río de la vida se vuelve turbulento y agitado.
Ante el peligro de morir ahogados, nuestro instinto nos grita que nademos, que luchemos con todas nuestras fuerzas para vencer la corriente que nos arrastra con toda su fuerza.
Esta actitud, la mayoría de las veces, es un error, luchando solo conseguimos acrecentar nuestra angustia, agotarnos inútilmente, y nos convertimos en ese pez que, atrapado en la red, contra más se agita, más se enreda.
El mundo en que vivimos valora mucho a las personas activas, que luchan y se revelan ante cualquier dificultad cuando, muchas veces, la actitud más sabia, productiva y valiente consiste, simplemente, en no hacer nada.
El sabio comprende que cuando las aguas son demasiado fuertes, lo mejor que puede hacer, es dejarse llevar por la corriente, esperar a que la situación mejore y sea propicia, para entonces sí, con todas sus fuerzas nadar hasta alcanzar la orilla.
No hacer nada, dejar que pase, parece sencillo pero…cuanto nos cuesta aceptarlo y comprenderlo.

Contra la tristeza

El mejor antídoto contra la tristeza y el desánimo, es abrir nuestros corazones para sentir empatía e interesarnos por los demás. Esto nos libera del dolor de sentirnos centrados, de forma obsesiva, en lo que nos sucede a nosotros. Comprobamos que no somos los únicos que tenemos dificultades, que hay otros que tienen problemas mucho más graves que los nuestros. Contribuir de alguna manera a su bienestar y felicidad es un poderoso bálsamo que cura nuestras heridas.

Surja lo que surja

Meditar es una forma de no agresión. De dejar de luchar contra nosotros mismos. Surja lo que surja en nuestra mente, nos entrenamos a verlo tal como es, sin darle nombre, sin rechazarlo, sin desviar la mirada, sin llamarle enemigo. Nos damos cuenta de su inconsistencia cuando observamos como desaparece una y otra vez de forma natural. Esta actitud, con el tiempo, se extiende a nuestra vida y aprendemos a permanecer cada vez más lúcidos y relajados ante cualquier circunstancia, emoción o estado de ánimo.

Qué es realmente meditar y para qué sirve.

La meditación es una parte fundamental de mi vida. He tenido la fortuna de descubrirla y de recibir enseñanzas de grandes maestros que me han descubierto su sentido más profundo.
En estos tiempos revueltos de agitación, caos y ansiedad, parece estar de moda…aunque hay muchas creencias erróneas y estereotipos que desvirtúan su verdadera naturaleza.
Entonces…¿Qué es realmente la meditación y para qué sirve?

Con la meditación se nos anima a no juzgar lo que pensamos, se nos pide a que reconozcamos como un simple movimiento de la mente todo aquello que calificamos como bueno o malo, sin todo el dramatismo que solemos añadir a lo que acompaña el bien o el mal.
Empezamos a vislumbrar las claves de no ceder ni reprimir, a dejar que la energía esté simplemente ahí, así sembramos la semilla que nos permite estar despiertos en el caos de lo cotidiano.

No nos sentamos en meditación para convertirnos en buenos meditadores, sino para estar más despiertos en la vida cotidiana.
Meditar es, ante todo, tomar conciencia de lo que ocurre: aunque sigamos huyendo de algunos pensamientos y siendo atrapados por otros, podemos ver claramente que lo hacemos.
Los pensamientos no desaparecen,  los vemos con claridad, es entonces cuando empiezan a perder fuerza y a desgastarse, para acabar disolviéndose, si no los sostenemos con nuestro discurso narrativo habitual.

Poco a poco, con la práctica constante, empezamos a relacionarnos meditativamente con las esperanzas y miedos de nuestra vida diaria. De repente, dejamos de hablarnos obsesivamente a nosotros mismos, dejamos de luchar y nos relajamos, entonces podemos saborear, simplemente, la frescura del momento.

Nuestra manera de ver las cosas durante la meditación no es más que un entrenamiento para ayudarnos a ver de la misma forma todo lo que surge en nuestras vidas y es entonces, cuando empezamos a dominar el arte de vivir felices en paz y libertad. Somos capaces de percibir la presencia de todo el universo en nosotros mismos.

Con la meditación parece que no está ocurriendo nada y está ocurriendo todo: en cuanto paramos y dejamos de perseguir cosas, surgen naturalmente la  felicidad y la paz.
Creemos que cuando no estamos haciendo “algo” estamos perdiendo el tiempo pero esto no es cierto, con la meditación descubrimos que  la “no-acción” es en sí ya un acto, de hecho, las grandes personas algunas veces, ante grandes dificultades, parecen no estar haciendo nada, sin embargo, su sola presencia es crucial para el bienestar del mundo.

El arte de la felicidad es vivir hondamente el momento presente, es un hábito, que se debe cultivar y practicar. Sólidamente anclados en él, vemos que no necesitamos escapar.
Gracias a la plena consciencia, podemos ver en todo momento la poesía y la belleza de todo lo que nos rodea. Vivir plenamente es saber cómo maravillarse y generar felicidad en cada instante.

Meditar no es sólo descubrir el sentido de la vida, es también curarnos y nutrirnos, con la relajación ante todo lo que suceda, llega la sanación.
La práctica diaria es una forma de protegerte, la forma en que respiras, caminas, piensas…son formas de protegerte, de sobrevivir en el medio tóxico, agresivo y competitivo de la vida diaria.

Cultivando la bondad, la compasión, la felicidad y la imparcialidad que surgirán naturalmente gracias a la meditación, tu aportación al mundo se volverá decisiva para convertirlo a tu paso en un lugar más amable, cálido y amigable.
¿Te animas a intentarlo?
Vale realmente la pena…